En el Pirineo, todo está muy cerca y lejos a la vez. Puedes estar escalando en una inhóspita pared norte donde un posible accidente (y más yo escalando en solitario y sin ningún tipo de sistema de emergencia) sería una catástrofe; y al cabo de dos horas escasas encontrarte tranquilamente tomando una cerveza en la terracita de un pequeño, bonito y turístico pueblo pirenaico. En la misma pared (y en la gran mayoría de las que he escalado) no tener ningún tipo de cobertura ni tan siquiera del 112 de emergencias; y quizás en la cumbre tener cobertura de internet y recibir no sé cuántos whatsapp’s. Puedes estar un día escalando en la mejor roca del Pirineo (por ejemplo, en el Pic d’Espade) y al día siguiente flipando en la peor roca descompuesta (Arbizon). Un día podía estar escalando incluso con el plumón encima y al día siguiente sólo en camiseta de manga corta. Un día podía ver cientos de turistas caminando para ver la Gran Cascada de Gavarnie y a la vez recordar la soledad de cuando la escalé en invierno o la soledad que se respira quinientos metros más arriba escalando la arista Passet. Caminar un día por un valle solitario donde sólo encuentras algún pastor con sus ovejas, y en el valle de al lado encontrarte con el complejo urbanístico de una estación de esquí. Hacer un vivac bajo una piedra donde Jesucristo perdió la alpargata y al día siguiente llegar a un moderno refugio abarrotado de gente. Hablar francés y después de caminar tres horas, hacerlo en catalán o español. En el Pirineo, el contraste se respira y se vive constantemente.
Texto de Eloi Callado. Fuente: web Desnivel http://desnivel.com/escalada-roca/eloi-callado-recorre-en-solitario-todo-el-pirineo-escalando-55-vias-clasicas
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